Antes de leer esta parte, asegúrate de leer las 1ª Parte y 2ª Parte de esta secuencia.
A medida que la Luna creciente alquímica sube por el cielo, la noche se ilumina y el camino se vuelve más fácil para alguien con la clase de visión nocturna felina que poseo. ¿Es eso otro de los regalos que me hizo Papá, junto con el megacerebro y el Malware? Tiendo a pensar que no, es simplemente una de esas cosas que suceden con las personas de ojos claros. Mis ojos son de color gris pálido como las ondas de mercurio en el crisol, o como la astilla de Luna que cuelga arriba.
Sin embargo, aunque el cielo se aclara, mi estado de ánimo se oscurece. Me dirijo hacia el lugar donde se guardan los fragmentos de mi padre y hay unos asuntos solemnes que solucionar entre nosotros. Como es sabido, hace falta un corazón vagabundo para luchar con un cerebro contaminado.
Sobre mi aspecto físico. Por un lado hay lo que imaginas que soy: rechoncho, gordillo y con piel manchada, con tendencia hacia la flacidez adiposa y blanda como mi famoso Papá, y luego hoy lo que realmente soy.
Cuando era un niño, me dieron las mejores hormonas de crecimiento, unos cócteles de células madre y terapias genéticas al alcance de la ciencia clandestina. En consecuencia, soy fuerte y ancho, de pelo exuberante y encías fuertes como un caballo pura sangre. Por supuesto, una invisible caldera de cánceres y toxinas exóticas burbujea en mi sistema linfático, lo que debe ser controlado con sus consecuentes mezclas heterogéneas de medicamentos. Así es el progreso.
Creo que con la demostración de fuerza que acabo de realizar, continuaré a través del bosque sin que las razas silvestres me molesten, si es que hay más supervivientes allá. Aniquilar a un sátiro y reemplazar todo su misterio selvático con un cráter humeante de la nada tiene que contar para algo, incluso en estos tiempos hastiados.
Y los observadores, los pájaros-drones y las aeronaves-nube espía, se han mantenido a raya gracias a mi astuta artimaña de tirar mi teléfono móvil. Esto me da tiempo, si puedo silenciar el Malware durante tiempo suficiente, para una última reflexión retrospectiva antes de llegar al final. Algunas vaguedades vitales en la recta final - sí hombre, venga.
Sólo hay una pregunta que todos quieren hacerme. Dígame, señor Padgett Jolyon, siendo usted tan increíblemente rico y poderoso, y tan famoso por su cerebro galáctico, ¿por qué entonces vive en una choza de cartón en las calles de Auckland/Calcuta/Seúl/Buenos Aires (elimine al/los que corresponda/n)?
Mi respuesta es simple. Gracias por su consulta, señor Interrogante Imaginario, tan inesperadamente novedosa. La respuesta es que mi vida se rige por un solo principio: ¿qué haría el Hombreperro?
El Hombreperro Diógenes era el tipo más inteligente del planeta de su época. Claro que no existían pruebas de coeficiente intelectual y dichas pruebas son problemáticas en el mejor de los casos, por lo que tal vez sea necesario un [cita requerida], pero sigamos adelante. Entonces, Diógenes era el cerebrito de la antigua Atenas, pero eligió okupar el mercado de la ciudad, el ágora.
Se refugió en un ánfora, una enorme vasija de barro, el equivalente cerámico de una choza de cartón de hoy. Allí dormía, comía, enseñaba retórica, se masturbaba, especulaba sobre metafísica y se hacía un enorme dolor de cabeza para todos los ciudadanos respetables de Atenas.
Se llamó a sí mismo el ‘Perrofiel’, que se aferreaba tenazmente a los principios de la ética y no se dejaba distraer por los fantasmales ‘valores’ sociales. Le llamaban ‘Perro Diogenes’ porque hacía unas cosas apestosas en la plaza pública.
Se llamó a sí mismo 'cínico' porque tenía sus problemas como para creer en los autoengaños convencionales de la burguesía y de dirigía constantamente a la búsqueda del Bien. Lo llamaban también un cínico - por no creer en nada, decían.
Él renunció a todas las posesiones y vivió una vida ascética en su gran jarro. Le pusieron su nombre al ‘Síndrome de Diógenes’, la acumulación obsesiva y enfermiza de las basuras inútiles.
Si esto sigue así y realmente soy un discípulo del Hombreperro, probablemente también tendré un síndrome que llevará mi nombre y que representará exactamente lo contrario de lo que realmente creo.
Así que el 'Síndrome de Padgett' será el amor excesivo al Padre. No es que los padres de nuestra tribu mundial consideren anormal la idolatría irracional de los propios padres; literalmente no pueden absorber la suficiente adoración y exigen no sólo más partes cremosas de la riqueza sino también un amor cada vez devoto de los que ordeñan. Veneración vituperante.
La luna creciente alcanza su cenit y ahora comienza a descender hacia el oeste. Mis cavilaciones en caliente sobre el Perrito Diógenes han terminado. Se acabó mi última autopontificación y se pierde un charlatán pesao al que lamentablemente echaremos de menos. RIP y STFU.
Llegamos al borde del bosque - mi Malware y yo - y alcanzamos la valla de alambre coronada de rollitos de cable que marca el perímetro de La Instalación. Las navajas de acero afiladas encima de la valla son solo dulces de crueldad ornamental, una crema decorativa al pastel distópico, por así decirlo. Pero los rollitos esos no ponen en duda la transversabilidad de la barrera, que es patéticamente fácil. Mi Malware y sus sistemas auxiliares están activados, y esquivo la valla en un plis plas.
Siempre - siempre - hay grietas en las vallas del perímetro. Sólo quienes viven fuera de las Instalaciones como ésta saben este hecho elemental. Quienes viven dentro de las zonas protegidas imaginan que sus muros son impenetrables, sus canes-cerebros de pastor alemán son implacables, y sus ojos de cámara vigilan sin parpadear.
Piensan que la seguridad de sus instalaciones es un simple hecho, incuestionable e indiscutible. Los que vivemos fuera dejamos que se lo creen, pues conviene por el momento. Pero las grietas están eternamente ahí pa' ser penetradas.
Todos los guardias se han ido. Fueron despedidos por mí ayer por la tarde en mi último acto ejecutivo, justo después de que adquirí la Instalación en una OPA ejecutada por operaciones remotas de agentes de inteligencia artificial. Un despido cruel que les fue revelado en un simple texto anónimo. Contraté guardias de seguridad especiales a través de testaferros para garantizar que todo el personal de seguridad, enfermería y limpieza fuesen escoltados fuera de los terrenos de la Instalación. Se contrataron ambulancias para transferir a los pocos pacientes restantes.
También fue despedido en su momento el personal de seguridad contratado para supervisar el despido del personal regular. Una tercera oleada más pequeña de matones más amenazadores con armas más pesadas vino a despedirlos. Luego también fueron despididos ésos últimos. Finalmente sólo quedaba uno, un monstruoso mercenario vestido de body armor alarmante y una reputación aterradora.
Ese monstruo despidió a la última oleada de seguratas, realizó un barrido final de la Instalación para asegurarse de que no quedaran polizones y luego salió por la puerta principal, cerrando detrás de él con cadena. Después se fue en su supermoto para cobrar un bono multimillonario y una dosis sorpresa de linfoma debido al químico especial rociado sobre su traje de body armor.
Todo eso dejó solo a Papá en la Instalación, languideciendo en su camilla, o tirado en su silla de ruedas, o cojeando por su habitación en el centro de este Santuario-Labirinto. Él todavía acecha allí en esta clínica abandonada de bloques de hormigón y acero.
Y ahora voy a encontrarme con él para mantener una agradable charla. ¡Hola Papá!
Camino a través del césped y hacia el edificio central, y mi Malware toca para mí una canción de bienvenida mientras saltamos delicadamente. Voy dando saltos sobre el cadáver de un guardia de seguridad que sangra una sangre oscura oscurísima y a la vez reluciente sobre la hierba plateada de la luz lunar.
Algunas personas sencillamente no saben cuando sobran.
NOTA IRRELEVANTE
El Malware tocaba la siguiente canción como bienvenida al Laberinto-Instalación, lo cual indica lo glitcheado que ha llegado a estar en esos momentos…